Nota correspondiente a la publicación del día Sábado de 11 de Abril de 2009
ESPECTACULOS -AGENCIA TELAM
A la búsqueda del tiempo perdido
Lejos de la revista porteña, dos espectáculos revisteriles se estrenaron en la calle Corrientes, el mismo día, con los mismos tics y diferencias notables, a cargo de Nito Artaza con "Arráncame la risa" y Miguel Angel Cherutti con "Deslumbrante".
Leonor Soria
Lejos de la revista porteña, dos espectáculos revisteriles se estrenaron en la calle Corrientes, el mismo día, con los mismos tics y diferencias notables, a cargo de Nito Artaza con "Arráncame la risa" y Miguel Angel Cherutti con "Deslumbrante".
Quienes llegaron a la fama integrando un dúo, y ahora separados, crean espectáculos que parecen el positivo y el negativo de la misma foto.
Los dos con la misma sonrisa permanente, en muchos casos con el mismo tipo de humor cuando actúan frente al público mientras a telón cerrado se producen los cambios de escenografía, la misma referencia al público pidiendo el aplauso o sugiriendo respuestas monosilábicas.
Pero sobre todo, la risa en medio de una frase festejando su propio chiste, olvidando que quien tiene que reírse es el público, no el actor. "Deslumbrante", en el Teatro Premier (Corrientes 1565), tiene un despliegue de escenografía y recursos tecnológicos que en su barroquismo intenta reproducir las mejores épocas de las plumas y escaleras.
Elefantes que caminan, caballos alados, mucho láser, mucha luz negra, una pantalla que Diego Reinhold traspasa en un sketch que muestra la ductilidad del actor en uno de los momentos más logrados del espectáculo, son algunos de los recursos técnicos que hablan a las claras de la inversión económica de Aldo Aresi y Miguel Angel Cherutti.
La actuación de Georgina Barbarossa tiene repercusión en la platea por su calidad de comediante, aunque no está aprovechada en todas sus posibilidades.
La indiscutible voz de Cherutti se manifiesta en los momentos que se permite hacerlo, en especial en un cuadro sobre música de tango, solo opacado por la participación de Celina Rucci que lastima los oídos de la platea.
Al escuchar ese cuadro tanguero uno se pregunta cuán acertado sería verlo a Cherutti en un musical que rescatara alguno de nuestros sainetes de patio, desarrollando sus posibilidades actorales, incluso rodeado del mismo elenco pero sostenido por una sólida estructura teatral.
Por su parte, "Arráncame la risa" resultó menos pretenciosa en el aparato escenográfico y menos apabullante, con momentos donde no falta la tecnología como en la coreografía desarrollada con la intervención de una especie de grúa, pero en otros solo sostenidos por la actuación de figuras del elenco que no necesitan de nada más, como es el caso de Gladys Florimente.
Excelente el cuerpo de baile conducido por un Flavio Mendoza que no solo despliega su talento de coreógrafo sino que brilla como bailarín y acróbata.
La presencia de Mendoza se destaca por la justeza impecable de cada movimiento, por la energía que irradia y por el cuidado con que trata a Pamela David en las figuras de riesgo. Por su parte, Pamela David es de una belleza refinada que la aleja de la vulgar seducción de las "venidas a vedette" y, además, juega con frescura los sketches en que participa.
Pero el plato fuerte del espectáculo es Gladys Florimonti en cada uno de los personajes que interpreta, sobre todo en la ya famosa Zulma. Es ella la encargada de establecer el contacto con el público y lo hace participar sin chabacanerías ni procacidades.
Se suma también la participación de Valeria Lynch en dos momentos muy celebrados: el primero ofreciendo parte de su repertorio conocido y, el segundo, en una parodia tanguera cargada de humor. Chico Novarro rescata varios de sus éxitos más celebrados y llega a la emoción del espectador que le retribuye con un aplauso cerrado.
Nito Artaza, juega sus imitaciones de Carlos Menem y de Néstor Kichner y, al igual que Cherutti, sostiene la continuidad del espectáculo ante el telón que oculta los cambios de escenografía con el mismo tipo de conexión con el público y el mismo modo de celebrar sus propios chistes.
Cabe preguntarse si no habría que terminar por aceptar la falta de auténticas vedettes y de verdaderos capocómicos que hicieron época en la calle Corrientes, para comenzar a crear un nuevo género con sus propias leyes, sin caer en la pretensión de imitar a la revista porteña, que solo se queda en un "como si...".
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