Un personaje bien construido representa un arma de doble filo para un actor: a la par de aquella devoción o identificación popular, la criatura en cuestión puede transformarse en amo de quien lo compone. Y el actor, un rehén que queda estigmatizado con esa máscara de por vida.
Para bien o para mal, Juan Carlos Altavista pasó a ser Minguito en el recuerdo. El mexicano Mario Moreno resignó su nombre y apellido para devenir Cantinflas, a secas, y eternamente. ¿Qué le pasa al artista al que su personaje se lo termina “comiendo”? ¿Hay vida después de una interpretación televisiva que magnetiza? ¿Cómo se sale de ese “corset”?
Fuera de la ficción, Gladys Florimonte vive un presente “absorbida” por Zulma de Tinelli, la comehombres afeada que saltó desde el trampolín ShowMatch a la calle. Y se ríe de la “pérdida” de su nombre real: “Zulma pasó a ser mi personaje más amado. Se comió mi espectáculo de teatro, en el que yo hacía otra cosa. Me dio todo: plata, popularidad, prestigio. ¿Cómo voy a renegar de esta criatura maravillosa? Estaría dispuesta a hacerla de por vida”.
Para bien o para mal, Juan Carlos Altavista pasó a ser Minguito en el recuerdo. El mexicano Mario Moreno resignó su nombre y apellido para devenir Cantinflas, a secas, y eternamente. ¿Qué le pasa al artista al que su personaje se lo termina “comiendo”? ¿Hay vida después de una interpretación televisiva que magnetiza? ¿Cómo se sale de ese “corset”?
Fuera de la ficción, Gladys Florimonte vive un presente “absorbida” por Zulma de Tinelli, la comehombres afeada que saltó desde el trampolín ShowMatch a la calle. Y se ríe de la “pérdida” de su nombre real: “Zulma pasó a ser mi personaje más amado. Se comió mi espectáculo de teatro, en el que yo hacía otra cosa. Me dio todo: plata, popularidad, prestigio. ¿Cómo voy a renegar de esta criatura maravillosa? Estaría dispuesta a hacerla de por vida”.
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