Con un denominador común: el humor como pieza central de los espectáculos.
A las 21 se presentó “Una familia especial” de Gladys Florimonte.
A las 21 comenzó a llegar gente a la Sala Berta Vidal de Battini, para la función de Florimonte. El barcito del lugar se convirtió en la sala de espera perfecta con café, gaseosas y tostados.
Sin aires de estrella, y con la sonrisa que lo caracteriza llegó El “Negro” Ferreyra junto a su esposa. Saludó a casi todos, más allá de su fama local, el músico, ganador de “Talento Argentino 2010”, es popular en todo el país.
Luego de treinta minutos, hasta los más impuntuales habían llegado. Comenzó la función. Con un unipersonal íntimo y atractivo Florimonte desplegó su aspecto multifacético para presentar “Una familia especial”. Una galería de personajes que representan los estereotipos típicos de Argentina a través de una crítica social de la familia.
Florimonte salió a escena con “la nena”, el personaje de una niña rubia de cinco años que tiene que lidiar con los grandes de su familia: sus padres, tías y abuelos. Consentida como suelen decir que son las hijas únicas, es la típica niña de familia rica que todo lo quiere y todo lo tiene.
Cariñosa y solitaria se divierte hablando con su muñeca “pepona” gigante. De vestido rosa, brilloso, con puntillas, guillerminas de charol, soquetes blancos y dos colitas desaliñadas en el pelo: lucía casi como su juguete.
Acercándose al borde del escenario, Florimonte divisó las caras de los presentes y escogió a Cecilia, una periodista de Canal Trece, para prestarle su muñeca. “Mi papá siempre dice carajo esto, carajo aquello…¿qué es carajo?”, le preguntó a Cecilia, quien respondió que no sabía.
Como buen colega, el fotógrafo de este medio presenció el espectáculo pero la particularidad es que sabía el significado explícito de la palabra “carajo”. Al parecer, el “mandar al carajo” a alguien deriva de uno de los más leves castigos que se infringían a la marinería: atar al castigado en lo más alto del palo mayor durante varias horas, lo que provocaba intensos mareos.
Sobre las tablas, Gladys llevó a dormir a “la nena” y llegó su padre “el fanfarrón”, con sus clásicos alardes de conquistas amorosas pese a estar casado. Vicente, un personaje muy argento, ochentoso, banquero y sindicalista. Su suegra lo odia y su mujer lo detesta pero se las arregla para ser feliz como picaflor.
Así, en cada sketch Florimonte sacó a relucir un personaje distinto retomando siempre a los demás, en un afán de contextualizar la escena.
No tardó en llegar Marcela, esposa de Vicente que mostró llevar los pantalones en la casa y aborrecer su matrimonio. Su madre, la suegra de la familia con cierto aire aristocrático dejó entrever su rechazo a los inmigrantes como su yerno.
“Tomemos un café, subí Estela”, le dijo la actriz a una mujer en la primera fila. Ambas conversaron como en entre casa y asombraron a más de uno con la participación de la espectadora en el diálogo absurdo de Florimonte.
Oriunda de Buenos Aires y de visita por San Luis, Estela contó que tiene un hijo en suelo puntano. “Voy a dejar la docencia y me animaré a las tablas”, bromeó.
Luego se fue de escena Marcela y dio paso a Blanca, la empleada doméstica. “La negra” para todos los de casa. Ella reveló las verdades de los personajes clave de la historia. Y con tono paisano y exagerado en forma de chisme, contó a la gente cuánto engañan en apariencias todos lo de la familia.
Una obra en la que la actriz y humorista incluyó al público e hizo reír en cada minuto sin parar. Así fue el paso de Florimonte por San Luis.
La actriz se sacó la peluca al final del espectáculo y agradeció a los presentes por haber ido. “Si les gustó recomiéndenselo a sus amigos, si no, entonces a sus enemigos”, dijo Gladys entre risas
A las 21 se presentó “Una familia especial” de Gladys Florimonte.
A las 21 comenzó a llegar gente a la Sala Berta Vidal de Battini, para la función de Florimonte. El barcito del lugar se convirtió en la sala de espera perfecta con café, gaseosas y tostados.
Sin aires de estrella, y con la sonrisa que lo caracteriza llegó El “Negro” Ferreyra junto a su esposa. Saludó a casi todos, más allá de su fama local, el músico, ganador de “Talento Argentino 2010”, es popular en todo el país.
Luego de treinta minutos, hasta los más impuntuales habían llegado. Comenzó la función. Con un unipersonal íntimo y atractivo Florimonte desplegó su aspecto multifacético para presentar “Una familia especial”. Una galería de personajes que representan los estereotipos típicos de Argentina a través de una crítica social de la familia.
Florimonte salió a escena con “la nena”, el personaje de una niña rubia de cinco años que tiene que lidiar con los grandes de su familia: sus padres, tías y abuelos. Consentida como suelen decir que son las hijas únicas, es la típica niña de familia rica que todo lo quiere y todo lo tiene.
Cariñosa y solitaria se divierte hablando con su muñeca “pepona” gigante. De vestido rosa, brilloso, con puntillas, guillerminas de charol, soquetes blancos y dos colitas desaliñadas en el pelo: lucía casi como su juguete.
Acercándose al borde del escenario, Florimonte divisó las caras de los presentes y escogió a Cecilia, una periodista de Canal Trece, para prestarle su muñeca. “Mi papá siempre dice carajo esto, carajo aquello…¿qué es carajo?”, le preguntó a Cecilia, quien respondió que no sabía.
Como buen colega, el fotógrafo de este medio presenció el espectáculo pero la particularidad es que sabía el significado explícito de la palabra “carajo”. Al parecer, el “mandar al carajo” a alguien deriva de uno de los más leves castigos que se infringían a la marinería: atar al castigado en lo más alto del palo mayor durante varias horas, lo que provocaba intensos mareos.
Sobre las tablas, Gladys llevó a dormir a “la nena” y llegó su padre “el fanfarrón”, con sus clásicos alardes de conquistas amorosas pese a estar casado. Vicente, un personaje muy argento, ochentoso, banquero y sindicalista. Su suegra lo odia y su mujer lo detesta pero se las arregla para ser feliz como picaflor.
Así, en cada sketch Florimonte sacó a relucir un personaje distinto retomando siempre a los demás, en un afán de contextualizar la escena.
No tardó en llegar Marcela, esposa de Vicente que mostró llevar los pantalones en la casa y aborrecer su matrimonio. Su madre, la suegra de la familia con cierto aire aristocrático dejó entrever su rechazo a los inmigrantes como su yerno.
“Tomemos un café, subí Estela”, le dijo la actriz a una mujer en la primera fila. Ambas conversaron como en entre casa y asombraron a más de uno con la participación de la espectadora en el diálogo absurdo de Florimonte.
Oriunda de Buenos Aires y de visita por San Luis, Estela contó que tiene un hijo en suelo puntano. “Voy a dejar la docencia y me animaré a las tablas”, bromeó.
Luego se fue de escena Marcela y dio paso a Blanca, la empleada doméstica. “La negra” para todos los de casa. Ella reveló las verdades de los personajes clave de la historia. Y con tono paisano y exagerado en forma de chisme, contó a la gente cuánto engañan en apariencias todos lo de la familia.
Una obra en la que la actriz y humorista incluyó al público e hizo reír en cada minuto sin parar. Así fue el paso de Florimonte por San Luis.
La actriz se sacó la peluca al final del espectáculo y agradeció a los presentes por haber ido. “Si les gustó recomiéndenselo a sus amigos, si no, entonces a sus enemigos”, dijo Gladys entre risas
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